Monday, July 05, 2021

El análisis de causa raíz

 El análisis de causa raíz es una técnica básica en ingeniería que sirve para identificar de una forma estructurada y objetiva cuál es el origen último de un determinado incidente, ya que solo a partir de dicho conocimiento seremos capaces de establecer medidas correctivas y/o preventivas que ayuden a evitar que ese incidente se repita en el futuro.

Existen numerosas metodologías desarrolladas al respecto, que se basan en herramientas de todo tipo (análisis forenses, entrevistas, elementos gráficos, etc.) pero todas ellas tienen por objeto eliminar los prejucios y evitar sacar conclusiones aceleradas.

Muchas veces, los aspectos más evidentes de un suceso, o los más llamativos, nos impiden ver otros subyacentes que pueden tener mucho más calado. Incluso nuestras ideas preconcebidas sobre cómo deben ser las cosas condicionan nuestra interpretación de los hechos y nos conducen a conclusiones que no están suficientemente evidenciadas con datos objetivos.

Y si equivocamos el diagnóstico a la hora de identificar las causas por las que suceden las cosas, acabaremos planteando tratamientos inútiles, o incluso contraproducentes.

Este era el hilo conductor de casi todos los capítulos de una serie de médicos muy famosa de hace unos años llamada House. 

Pues bien, con el análisis de la violencia pasa exactamente lo mismo. Existen muchos tipos de violencia, o mejor dicho, existen muchos desencadenantes de violencia. Porque cuando hablamos de tipos de violencia deberíamos estar hablando de violencia física, violencia psicológica, violencia sostenida, violencia explosiva... pero cuando hablamos de violencia de género, violencia homófoba, violencia política, violencia en el fútbol, etc. en realidad estamos hablando de las supuestas causas que la desencadenan. Una puñalada en el pecho es una puñalada en el pecho, se produzca por celos, por odio, por avaricia...

A mi modo de ver todas esas violencias existen y muchas otras, y no hay unas que sean mejores que otras, pero ese no es el objeto de este post.

Lo que quería remarcar es que cuando analizamos las cosas, las diseccionamos, las ordenamos y las clasificamos, lo tenemos que hacer con un objetivo determinado. Yo entiendo que en el caso de la violencia, el objetivo es erradicarlas, identificar qué ha fallado para haber llegado a ese punto, para poder remediarlo. Y con ese fin, el análisis a realizar debe ser de causa raíz, objetivo, argumentado y alejado del prejucio.

Observo sin embargo que en la actualidad muchos de esos análisis se realizan en base únicamente a lo más aparente, a lo más inmediato. Se mezclan churras con merinas para que sirvan de argumento al ideal preconcebido que interesa alimentar. Si el crimen lo comete un inmigrante, la causa es la inmigración ilegal. Si la víctima es homosexual, el crimen es homófobo. Si la víctima es mujer y el homicida hombre, es violencia de género. Y no creo que ese sea el buen camino.

Por supuesto que existen los crímenes machistas, por supuesto que existen los crímenes de odio, pero no todo lo que se viste como tal hoy en día lo es. De nada sirve tampoco hacer clasificaciones que no atienden a la causa raíz, y solo a la consecuencia. 

Existen los crímes machistas, pero no existen la violencia de género. No hay una cuestión abierta entre los hombres y las mujeres. No existen tales cosas como el supuesto patriarcado y la supuesta sororidad. Los hombres no están asociados para perjudicar a las mujeres, no existe una hermandad masculina. Es sencillamente falso.

Existen los crímenes machistas, por supuesto, porque el machismo enciende la violencia de algunos hombres. Pero no todos los hombres que agreden a mujeres lo hacen por machismo, ni todos los crimenes machistas se cometen contra mujeres. Hay mujeres que mueren a manos de hombres que toda su vida se han comportado impecablemente con otras mujeres, que han sido estupendos compañeros de trabajo, vecinos o amigos de otras mujeres. Porque su problema no era con las mujeres en general, sino con una sola de ellas, muy concreta. Hay delitos que se catalogan de género cuando en realidad son delitos que surgen de los celos, del narcisismo, de la impotencia, del orgullo, de la avaricia, de la lujuria... Sin embargo, hay delitos machistas que se ceban con víctimas que no son mujeres, como los niños u otros hombres.

Hay machistas que nunca comenten crímenes, porque su machismo no está por encima de ese límite en su escala de valores. 

Recientemente ha muerto de una paliza un joven homosexual, y desde varios ámbitos incluso gubernamentales, antes ni siquiera de tener claros los hechos más inmediatos, ya se han dado por sentadas las causas. Como la víctima era homosexual, fue un crimen homófobo, cuando las circunstancias aparentes de dicho homicidio no eran diferentes de las de muchos otros anteriores en las que las víctimas fueron hombres heterosexuales. Una trifulca en el exterior de un bar de copas. Que el motivo que haya disparado la agresión haya sido únicamente la condición de la víctima es algo que habrá que ver y analizar, pero si por apresurarnos en clasificarlo como homófobo se nos escapan otras posibles causas (alcohol, agresividad innata, pandillismo, rencillas previas, matonismo o cualquier otra) poco nos va a servir para evitar que en el futuro se repita.

Si fuésemos capaces de clasificar correctamente las casuas de la violencia, podríamos ser mucho más eficaces en la implantación de las medidas que permitan controlarlas. Habrá aspectos que se podrán prevenir y otros que sencillamente seguirán sucediendo porque son propios de la condición humana. Podremos identificar patrones, colectivos, herramientas a medida que desplegar de manera más eficiente.

La violencia es algo odioso. Si a mi me van a matar, no me consuela mucho que lo hagan para robarme o para castigarme por lo que pienso. Ni que mi asesino sea de un determinado color. Yo lo que quiero es poder pasear con tranquilidad y seguridad. Y si quiero que así sea, debo exigir que quien tiene la responsabilidad de protegerme no se deje llevar por la demagogia o la ideología, sino que analice de manera sistemática cuál es la causa raiz de la violencia, y a partir de ahí, disponga los medios necesarios para erradicarla.

Monday, November 26, 2012

Objetividad estadística

Una amiga comparte en su perfil de Facebook una foto tomada de la página de la AFEM, Asociación de Facultativos Especialistas de Madrid, que me gustaría comentar y que reproduzco junto a estas líneas.


La foto en cuestión es una imagen de un cartel explicativo, o algo así, que presenta unos datos que quien los publica entiende que justifican de manera objetiva que la gestión pública de los hospitales es mejor que la gestión privada, tanto en términos económicos como de calidad asistencial. O al menos esa es la impresión que nos quiere dar.

Yo ni suscribo esta conclusión ni discrepo de ella. No es esa mi intención. Pero creo que este cartel, al igual que otros muchos datos e informaciones que continuamente se divulgan en diferentes medios, con diferentes intenciones, vestidos de una aparente objetividad, no son más que enfoques incompletos e interesados de una realidad que (y esto es mi opinión) no es ni blanca ni negra.

La estadística es una ciencia matemática que tiene mucho en común con la dinamita, ya que resulta muy útil para avanzar por terrenos impenetrables, pero que en las manos equivocadas puede resultar sumamente peligrosa.

Los resultados de las encuestas y los valores de los indicadores que se establecen sobre un determinado colectivo o actividad suelen presentarse normalmente como versiones incuestionables, y se utilizan a menudo como base de silogismos muy bien construidos, cuyas conclusiones a su vez se utilizan para demostrar sin lugar a dudas lo sólido y evidente de un determinado planteamiento político. Pero cuando esas afirmaciones estadísticas no son completas o representativas, es como construir sin cimientos en terrenos de marismas.

El problema es que el vulgo desconoce las nociones de estadística necesarias para evaluar la verosimilitud de una determinada inferencia, aunque normalmente se cree en disposición de hacerlo. Esto es así porque a cualquier individuo mínimamente formado le resultan familiares los parámetros característicos de la proporcionalidad básica (el tanto por ciento, el tanto por uno, etc.) y considera que con eso es suficiente. Pero no tiene ni remota idea de lo que significan las distribuciones, los intervalos de confianza y la probabilidad estadísticas. No saben cómo se puede caracterizar una población ni cuándo se puede afirmar que un suceso es estocástico.

En este sentido la AFEM utiliza la simple comparación de un ratio en dos (o tres) hospitales de la comunidad de Madrid para apoyar su posicionamiento respecto de la huelga en la sanidad pública, aparentemente de una manera científica, pero en realidad nada representativa.

Lo primero que presenta es la comparación del coste de una cama de hospital al año basándose en unos datos que voy a dar por ciertos. Sin entrar en otros aspectos que puedan suponer una diferencia no aleatoria entre ambos hospitales, están comparando un hospital de 100 camas con uno de 1000. ¿Hasta qué punto las economías de escala pueden influir en los costes unitarios por cama de un hospital? ¿Qué servicios diferenciales ofrece un hospital respecto al otro? ¿Qué grado de aprovechamiento de los diferentes servicios es imputable al tamaño y por tanto al número de pacientes?

A continuación vuelve a comparar el coste anual de una cama entre el mismo hospital con gestión privada y otro público diferente, esta vez sin aportar más datos, pero en un año posterior. Se ve claramente que el coste del hospital de gestión privada se ha elevado respecto al año anterior un 20% aproximadamente. ¿Es normal esta variabilidad en el cómputo anual de los costes? ¿Qué coste es el verdaderamente representativo del hospital? ¿El de 2011? ¿El de 2012? ¿El medio? ¿Se produce la misma variación en los costes de los hospitales gestionados públicamente? En ese caso, ¿en qué parte de la onda están considerados los costes de los públicos? ¿Son periodos análogos? ¿Es el coste anual de una cama un parámetro válido por si solo para juzgar la gestión de un hospital? ¿Qué proporción de consultas ambulatorias hay en cada uno de los hospitales considerados? ¿Qué tipo de enfermedades gestionan? ¿Tienen todas el mismo coste?

Yo no soy médico, pero estas preguntas me surgen sin pensar demasiado en el tema. Así que alguien que conozca con más detalle los entresijos de la gestión hospitalaria seguramente que tendría algunas más.

A continuación, ya sin una apariencia estadística el cartel presenta comparativamente una serie de características de la gestión pública y privada. Como el autor no lo viste de estadística no voy a entrar en mayores valoraciones que indicar que, en mi opinión una buena gestión, sea pública o sea privada, no puede hacerse bien si no se tienen los dos pies bien apoyados uno sobre la calidad y el otro sobre la eficiencia, con lo cual, si un gestor sólo se preocupa de los costes, o sólo se preocupa de la calidad, estará igualmente abocado al fracaso.

No entro a valorar la gestión de los hospitales ni en Madrid ni en ningún otro sitio. Ni la justificación o no de la huelga que apoya la AFEM, que en todo su derecho están. Lo único que quiero poner en tela de juicio son los argumentos que a los ciudadanos nos llegan desde los diversos medios de comunicación y las redes sociales, y que son los que queramos o no, nos sirven para tomar postura. Porque me duele ver que cuanto más conozco de un tema (no precisamente de gestión hospitalaria), más indefenso me siento y más falto de criterio.

Así que aprovecho para reclamar menos eslóganes y más y mejor información imparcial. Más tecnocracia y menos tendenciosidad. Y un poco más de objetividad y mesura.

Thursday, November 22, 2012

Imagine

John Lenon imaginaba un mundo sin fronteras ni religiones donde todos viviésemos libres y en paz, y la gente dijo que era un genio, y su canción se convirtió en un himno.


John Lenon defendía el derecho a soñar y estaba convencido de que lo único que hacía falta era que todos los soñadores se uniesen en hermandad.

Yo no aspiro a ser John Lenon, pero me voy a aprovechar del crédito que otorga a los soñadores para plantear mi propia revolución. Porque creo que todo el mundo tiene derecho a pensar en lo que quiera, y como todos los días escucho muchísimas cosas de fuentes que gozan de un gran respaldo y predicamento, y que a mí me parecen absurdas y enormemente estúpidas, me atrevo a ir perdiendo el pudor y lanzarme yo también a decir mis propias tonterías. Creo que estoy en mi derecho.

Viendo el panorama que me rodea, cada vez más crispado, me planteo dónde está el fallo para que las cosas no funcionen bien. Para que, en contra de lo que esperaba Lenon, el mundo esté cada vez más dividido. Y la conclusión a la que llego es que tal vez estemos partiendo de un planteamiento erróneo en la base.

Hace unos días discutía con unos amigos que se diera por sentado que la ordenación de los niños en la escuela tuviese que ser cronológica y alfabética. Lo hacía en el ámbito de una discusión un poco más profunda sobre la segregación por sexos, pero eso no viene al caso. Lo relevante es que muchos modelos sociales se basan en afirmaciones supuestamente evidentes, que a lo mejor no lo son tanto, pero que nadie o muy poca gente se plantea. Hasta que de pronto surge algún líder en algún lugar que derriba los axiomas vigentes y la sociedad sufre un cambio disruptivo, normalmente de repercusiones catastróficas.

Así es como las sociedades humanas suelen gestar sus revoluciones. Así es como los franceses terminaron con siglos de absolutismo, como los bolcheviques acabaron con los zares, o como los nazis quisieron terminar con las democracias burguesas de principios del siglo XX.

Desgraciadamente, las sociedades no son tan sólidas y previsibles como las matemáticas.

Ahora todos (en nuestro entorno) damos por hecho que la democracia es el mejor de los sistemas posibles. Y seguramente sea así. ¿Pero y si no lo fuera? ¿Hay alguien que, con un poco de perspectiva histórica, pueda afirmar que dentro de 500 o 1000 años, las sociedades más avanzadas seguirán siendo las democráticas? ¿Alguien piensa que un sefardí en la Córdoba del Califato se imaginaba que 1000 años más tarde sus descendientes iban a estar peleando a muerte contra los musulmanes en Israel con el apoyo de los países cristianos?

Así pues como el futuro es una incógnita, y cualquier cosa puede ser, yo voy a cuestionar que las personas sean de los sitios y que tengan que decidir cómo organizarse. Si juntamos a gente al tuntún en un lugar confinado y les obligamos a entenderse en condiciones de igualdad, será difícil que lleguen a acuerdos duraderos, porque cada uno intentará imponer sus ideas a los demás. Si les retiramos las condiciones de igualdad, probablemente acabaremos en un sistema desequilibrado en el que unos dominarán a los otros y no habrá justicia social.

¿Pero qué pasa si en vez de definir países y vincular a la gente con los sitios en función de su lugar de nacimiento, definimos modelos y dejamos que cada uno escoja dónde prefiere estar? Si a mi me cansa tener que estar defendiendo continuamente mis ideas y soportando las de los demás, ¿por qué no puedo juntarme con los que piensen más o menos como yo, y establecernos en un lugar donde no tengamos que estar definiendo continuamente nuestro modelo social? En vez de fijar a la gente y rotar el modelo, fijemos el modelo y que la gente rote libremente donde prefiera. Así todos los que están en contra del liberalismo se podrían ir a su modelo socialista a vivir tranquilamente y podrían ponerse de acuerdo sin problemas para echar la culpa de todo a la banca y a los empresarios, si es que encuentran alguno. Y no tendrían que pagar sus deudas y todos valdrían lo mismo y todo sería igual para todos. A mí no me importaría tener que ser yo el que se fuera, si pudiera irme a un país libre de plastas con un modelo en el que me encontrase a gusto y que supiera que no iba a cambiar cada dos por tres. Igual no era un país muy grande, pero sería el mío.

Así que desapeguémonos del terruño y dividamos el planeta en tantos países como modelos sociales posibles existan, y dejemos que cada uno escoja dónde quiere vivir. Sería difícil ponerlo en marcha, pero ¿por qué no intentarlo?

Esta idea es deliberadamente estúpida. Sé que un mundo así no es posible. Al menos es tan imposible como el que se imaginaba Lenon mientras ejercía su activismo pasando semanas metido en la cama de hoteles de cinco estrellas. Pero ¿quién me puede culpar por ser un soñador?

Wednesday, November 21, 2012

Los Reyes Magos

Entre la actualidad tan crispada que los periódicos nos ofrecen a diario desde hace algunos meses, con tantas noticias que se presentan de una manera sesgada y tendenciosa, o por lo menos sensacionalista, a mi modo de ver, hay algunas que no reciben tanta atención y que sin embargo, deberían mover nuestras conciencias porque, en estos casos, no somos sino nosotros mismos, la sociedad, los culpables de las situaciones que se producen.


Leo hoy en El Mundo la siguiente noticia:

Colas de cuatro horas para conseguir juguetes baratos.

Ante la proximidad de las Navidades, en las últimas semanas han llegado a mi poder catálogos de juguetes de numerosas cadenas, editados a todo lujo y muy voluminosos. Es vergonzoso echarles un vistazo y comprobar los precios exagerados que tienen unos juguetes que no valen ni la cuarta parte de lo que cuestan. Que te cobren 40 ó 50 euros por un aparatito de plástico extruido en serie, con unas funcionalidades muy limitadas, y fabricado generalmente en países asiáticos con un control de calidad muy poco exigente es lo habitual.

Pero que las jugueterías pidan eso o mucho más por unas tonterías que no lo valen ni de lejos no es lo problemático. Lo verdaderamente preocupante es que entre todos hemos convertido esos cacharritos en indispensables.

Lo que también llama la atención de esos voluminosos catálogos es que son puro merchandising. Casi no existen los juguetes, digámoslo así, genéricos. Al revés de lo que ocurre con los medicamentos en las farmacias, donde hoy en día se suele despachar por principio activo (paracetamol, ibuprofeno, amoxicilina, etc.), los catálogos de juguetes vienen a ser algo así como un recopilatorio de series de televisión o películas de Disney.

No hay secciones de coches, o puzzles, o muñecos. Lo que vienen son las secciones de Bob Esponja, Dora Exploradora, Monter High, Cars, Spiderman, Mickey Mouse, Peppa Pig, etc. En todas venden prácticamente lo mismo, pero caracterizado para el personaje de turno y a un precio igual de desorbitado.

Me pongo en la piel de las familias que no pueden llegar a fin de mes, y ahora además se les viene esto encima. Me pongo en su piel porque hemos llegado al punto de que nuestros hijos necesitan estas cosas para ser felices. Para no llegar al colegio el primer día después de Navidad y sentirse frustrados por no tener el juguete de moda. Antes me acordaba de la peli de Arnold Schwarzenegger en la que tenía que comprar a su hijo un Turboman a toda costa, y me reía. Pero ahora veo que la realidad ha superado a la ficción y me parece horrible.

Y si hablamos de chavales un poco mayores, peor. Según otra noticia de hoy en el periódico, el iPad es el regalo favorito de los niños entre 6 y 12 años en EEUU. ¡¡Un iPad que cuesta 600 euros!! Y la segunda opción es la Wii…

La sociedad, por así denominar al conjunto de influencias externas a la familia, no ayuda en nada. El bombardeo de publicidad es masivo. Las estrategias comerciales son tremendamente agresivas y los responsables de marketing de muchas empresas sin escrúpulos saben que resulta muy difícil decirle siempre que no a un niño, así que se lo camelan con una pijada y saben que los papás o los abuelitos no se resistirán siempre y acabarán por comprarle esas chucherías que no necesitan, ese helado que ni sabe bien, ese coche de spiderman que no hace nada, la nintendo 3DS o el iPad, y a partir de ese momento, ese niño se habrá convertido en un instrumento más de su marketing, porque todos los demás se sentirán frustrados porque ellos también lo quieren, así que lo pedirán con más ahínco.

Sólo hay que ir rotando temporada a temporada las series en los canales temáticos para asegurarse una clientela entregada.

Los niños son especialmente vulnerables a la publicidad, y especialmente consumidores de televisión, y aún así, no hay control ni se fomentan iniciativas para poner coto a este consumismo perverso.

Pero no toda la culpa está fuera de casa. Está claro que los medios no ayudan pero quienes al final sucumbimos a la presión somos los padres. Los adultos en general. Los que no fijamos barreras ni proporcionamos otros estímulos ni otros valores.

Cada vez nos metemos, y les metemos a ellos, a los niños, más y más en la rueda. ¡Cómo se celebran los cumpleaños! ¿Y las comuniones? Lo de las comuniones es especialmente indignante, porque un hecho religioso, la celebración de un sacramento, se convierte en una orgía consumista. Los niños no comulgan por la fe, sino por los regalos. Y luego están las Navidades.

Y sin embargo, apenas tengo conocimiento de iniciativas sociales que vayan encaminadas a luchar contra este statu quo. A pesar del grave problema que para muchos padres de familia tiene que suponer. A pesar de que cualquier movimiento en este sentido es una inversión a largo plazo en justicia social y consumo responsable.

Hay iniciativas para conseguir juguetes para los niños necesitados de los demás, como la de los bolígrafos solidarios de http://www.unjugueteunailusion.com/ , pero nada que tenga por objetivo aplacar el apetito consumista de nuestros hijos. O al menos yo no las conozco.

A pesar de todo, los niños acumulan cada vez más y más juguetes rotos o inútiles, a los que ni miran, con los que se cansan de jugar al cabo de unos minutos para meterlos en un cajón y olvidarlos. A pesar de que millones de niños en el mundo no tienen nada de nada. A pesar de que en realidad, los niños no necesitan juguetes para ser felices, salvo que nosotros les inculquemos esa idea.

A mí me toca ahora empezar a enfrentarme personalmente a esta dificilísima tarea de intentar educar en la prudencia y la moderación a unos niños que tienen todo lo que necesitan, gracias a Dios, y espero poder transmitirles algo de esto que expreso ahora. Pero si alguno de los que leáis esta nota tenéis algún consejo, o conocéis alguna técnica, por favor, comentadla. Os estaré muy agradecido.

Wednesday, November 14, 2012

El problema de los desahucios (II)

Nota del 13 de noviembre de 2012

Cada historia particular de una familia que se ve abocada a un desahucio es un drama personal. De eso no hay duda.


Lo que sí me permito poner en duda es la dimensión real del problema y, la importancia relativa de este asunto frente a otros que coexisten con él en el tiempo.

Y lo que también me permito poner en duda es si las medidas que con carácter de ley se deben tomar, deben atender al dramatismo de los casos particulares o a la importancia relativa del problema para toda la sociedad.

En los 500 desahucios diarios que se mencionan en muchos periódicos se incluyen, en una proporción desconocida por mí, ejecuciones hipotecarias y desahucios de inquilinos que no pagan sus alquileres. Y en ambos casos se refieren tanto a locales comerciales, plazas de garaje, segundas y terceras viviendas, como también a viviendas habituales, que son las que generan un problema social, diría incluso que humanitario. Pero también incluyen los de los inquilinos jetas que pudiendo pagar, no lo hacen. Los pufistas.

Esta mañana en Herrera en la Onda, Pedro Javaloyes, que es el Jefe del Gabinete de Estudios de Agencia Negociadora (una empresa especializada en la renegociación de deudas) cifraba en aproximadamente 1.400 casos al año, el número de desahucios de viviendas habituales. Es decir, 1.400 familias que cada año se quedan en la calle por diversas causas. Casi cuatro al día. Cuatro dramas. Cuatro.

Según el INE , el número de hipotecas constituidas sobre fincas urbanas pasó de 174.967 en enero de 2007 a 44.800 en enero de 2012. Es decir, el número de hipotecas se redujo en 75%. Tres de cada cuatro familias españolas que hace tan sólo 5 años aspiraban a adquirir una vivienda y conseguían que el banco se la financiase, hoy no pueden o no quieren arriesgarse.

Detrás de esta cifra puede haber, en tan solo un mes, la existencia de 130.000 historias de inmigrantes que no pueden acceder a una vivienda, jóvenes que no pueden emanciparse, familias que no se pueden independizar, etc. Pero también muchos miles de ciudadanos de clase media que, disponiendo de unos ahorrillos acudían a sus bancos a solicitar una hipoteca para comprar un piso (o un local, o una plaza de garaje) de una promoción sobre plano con el convencimiento de que para cuando la obra estuviese finalizada, lo podrían revender fácilmente por un 20 o un 30% más de lo que habían pagado, contribuyendo con ello a inflar la burbuja y a que los que de verdad querían acceder a una vivienda, tuviesen que asumir unos precios en ascenso galopante.

En aquellos años, cuando miles o millones de españoles o residentes se entregaban a la especulación inmobiliaria seguros de que el ladrillo nunca perdería su valor, nadie miraba con recelo a los bancos por "regalar" préstamos hipotecarios, y muy poca gente pensaba en los miles o millones de españoles o residentes que cada vez tenían que endeudarse más y más con los bancos sobre la base de trabajos precarios o avales familiares, o que vivían en chabolas, o en habitaciones de alquiler en pisos compartidos. En los miles de personas que incluso entonces, ni siquiera tenían la oportunidad de pedir una hipoteca que no iban a poder pagar. Todos estábamos felices con hipotecas a intereses bajísimos en los que sólo se pedía como garantía el propio bien que se adquiría con el préstamo, en un momento en que su valoración no dejaba de subir y subir. En definitiva, si las cosas iban mal, sólo había que vender el piso, renunciando como mucho a una parte de la plusvalía, asumiendo simplemente ganar un poquito menos. En aquellos años todos aplaudíamos que nuestro ayuntamiento construyese más piscinas, auditorios, polideportivos, parques, carreteras, estaciones, aeropuertos y lo que fuese, con lo que sacaba de recalificar terrenos para construir más y más pisos. aunque en el pueblo de al lado ya hubiese otra piscina, otro polideportivo, otro auditorio u otro aeropuerto. En aquellos momentos nadie protestaba ni llamaba usureros o asesinos a los bancos o cajas de ahorros. En aquellos años España crecía, nuestro sector financiero era la envidia del mundo mundial y todo iba perfecto.

Hoy las cosas son bien distintas. El paro se ha más que duplicado. Miles de empresas (pequeñas, medianas y grandes) cierran o se van a otros países, a nuestros bancos les exigimos una solvencia a prueba de bomba, precisamente por el daño que les han hecho todas las hipotecas que no hemos podido devolverles. Aunque por otro lado hemos tenido que prestarles cantidades ingentes de dinero por la vía de los créditos públicos (FROB) para evitar su colapso y el de todo nuestro sistema financiero (sí, sí, ese que era la envidia del mundo mundial) que no sabemos si ahora ellos serán capaces de devolver. Nuestra credibilidad como país está por los suelos y eso hace que nadie nos fíe y sólo podamos enfrentar el futuro sobre la base de recortes que nos conducen a un círculo vicioso de recesión, paro, déficit, más recortes, más recesión, más paro, más déficit…

Muchos de los que habían especulado con ladrillos y pudieron vender a tiempo disfrutan hoy en día de sus plusvalías, pero a otros muchos el estallido de la burbuja les ha pillado de lleno, soportando hipotecas de pisos que no van a poder vender, y que cada día valen menos. Con pisos que en muchos casos ni siquiera se terminarán de construir. Los bancos se han visto forzados a restringir el crédito y conceder solo hipotecas a los que tengan la solvencia necesaria para poder devolverla con garantías, que cada vez son menos, y a un precio cada vez más alto. Esta situación está dejando nuevamente a los jóvenes en casa de sus padres, a muchos teniendo que compartir habitaciones de alquiler y cada vez a más y más gente viviendo de la caridad y los servicios sociales, cada vez más desprovistos de todo.

En todo este periodo de tiempo, el suicidio sin embargo se mantuvo en cifras muy estables, en 3.263, 3.421, 3.429 y 3.145 casos en 2007, 2008, 2009 y 2010 respectivamente.

Como decía al principio, cada historia particular de un desahucio es un drama. De la misma manera que cada muerto en un accidente de tráfico lo es. O cada caso de un africano que se lanza al mar despreciando su vida en pos de un futuro digno. O cada caso de los que no tienen ni siquiera la fuerza necesaria para poder intentarlo. O cada abuso. O cada acoso.

Y es la obligación de los estados y de las personas de bien tratar de ayudar en la medida de lo posible a los que sufren, a los que no tienen las mismas oportunidades estableciendo los medios de ayuda social necesarios (comedores, residencias, hospitales, legislaciones, etc.).

Pero la forma de afrontar estos problemas no es legislar a golpe de titular amarillista del periódico de turno. La forma de solucionar esta situación, si es que hay alguna, no pasa por el pan para hoy sin pensar en el mañana. Esta situación de excepción, de emergencia, requiere soluciones de excepción y de emergencia. Requiere dejar atrás prejuicios políticos y mayormente complejos progres, y consensuar planteamientos realistas, globales e integradores a largo plazo. Definir de una vez un modelo y darle estabilidad.

Tal vez sea necesaria una reformulación global de la Constitución. Buscar un acuerdo de mínimos para el modelo autonómico y acordar no volver a poner el tema sobre la mesa hasta que no recuperemos un nivel suficiente de empleo y crecimiento. Tal vez haya que alargar los periodos legislativos para dar estabilidad al gobierno de turno y no estar sometiéndole cada pocos meses al estrés de unas elecciones (locales, autonómicas, europeas, generales, etc.). Tal vez haya que renunciar a parte de nuestra propia soberanía nacional para buscar una mayor integración en Europa, que hoy por hoy es nuestra única armadura. Tal vez haya que dejar gobernar a un partido que hace menos de un año ha conseguido una mayoría absoluta.

Yo personalmente soy escéptico y pesimista porque veo a demasiada gente queriendo meter baza. Demasiado ideólogo en la sombra manipulando el descontento vestido de 15-M, 25-S y similar. Demasiado político demagogo tratando de sacar tajada del río revuelto, echando leña a cualquier fuego con tal de incendiar ánimos. Demasiado gobernante barriendo para su administración, sin importarle para nada el progreso común de todos. Demasiado sindicalista incapaz de ver más allá de su barriga. Demasiada gente con buenas intenciones a la que los árboles no le dejan ver el bosque. Nos faltan líderes, nos falta consenso y nos falta un proyecto con el que identificarnos, que nos agrupe y nos ilusione. Todos tenemos el mismo enemigo, pero no somos capaces de reconocerlo.

El PP está teniendo su oportunidad, con cuatro años de mayoría absoluta para poder tomar decisiones y llevarlas a la práctica. Pero parece que el tiempo va pasando y no salimos de lo mismo de siempre. Tiritas. Y mañana, la segunda huelga general.

Ese enfoque global con proyección a largo plazo es lo que necesitamos, y no políticos que se pasen el día escurriendo el bulto, recriminándose chapuzas, poniendo parches y reclamando derechos localistas tratando de chupar un poco más del bote, y que sólo se echen las manos a la cabeza y reaccionen mediáticamente cuando cuatro niñas mueren aplastadas o una mujer, en su desgracia, decide acabar por la tremenda.

Y yo espero que ese líder, que ese proyecto, salga de algún lugar dentro del propio sistema. Desconfío de los líderes populistas que surgen del descontento de las masas anónimas, porque por lo general terminan siendo personajes oscuros y totalitarios. Hitler, Pol Pot, Jomeini o Fidel Castro son ejemplos surgidos en ese tipo de caldos. Por el contrario, personalidades como Churchill, Roosvelt, Helmut Kohl u Oscar Arias fueron líderes que supieron guiar a sus pueblos en momentos muy difíciles, pero desde el respeto y la defensa de los órdenes establecidos y de la democracia, y llevarlos a la catarsis y al éxito. Ojito con las revoluciones.

El problema de los desahucios

Nota del 12 de noviembre de 2012

Este es un tema complicado para comentar, porque hay mucha carga emocional alrededor y porque lo que pienso seguro que no es lo políticamente correcto, pero si no lo escribo no me quedo tranquilo.


Todo este tema de los desahucios es muy triste, pero creo que se están mezclando, como casi siempre, churras y merinas.

Lo primero es que no todos los desahucios que se computan son de familias humildes que han sido salpicadas por la desgracia y no pueden afrontar sus deudas a corto plazo, por lo que se ven abocadas a la calle por el capricho de una banca cruel y perversa que disfruta causando daño. No. Muchos desahucios corresponden a locales comerciales y a segundas (o terceras) residencias. Yo no tengo en mi poder el dato exacto y por eso no lo publico, pero sería de agradecer que los periodistas que informan de estos temas puntualizaran un poco más sus datos.

Aún así, está claro que muchas familias se ven desalojadas de sus casas, y que en muchas ocasiones se trata de familias muy desfavorecidas por el destino, con cargas adicionales, bajo nivel cultural o por lo menos, mejores intenciones que conocimientos. Muchas veces se trata de personas que han avalado a un familiar, o que han perdido trabajos después de muchos años en empresas de relativa solvencia. Personas que en su día seguramente no fueron conscientes del compromiso que adquirían junto con el préstamo, pero personas que también seguramente celebraron con alegría su concesión.

Está claro que el gobierno debe garantizar un mínimo básico de dignidad y asistencia social a sus ciudadanos, y que no es de recibo dejar a nadie sin comer o durmiendo en la calle, pero ¿es razonable cambiar las reglas cuando no nos gustan?

Es perfectamente entendible el argumento de los que defienden que si se han destinado millones de euros de los fondos públicos a financiar las necesidades de los bancos en crisis, debería exigirse a los bancos una flexibilidad semejante con los que por culpa de la misma crisis no pueden pagar ahora sus hipotecas. Es un argumento sólido y yo creo que es el que marca el buen camino a seguir. Flexibilizar. Dar una nueva oportunidad. Esperar un poco a que todo esto se resuelva, si es que se resuelve. A fin de cuentas, ¿de qué le sirven a los bancos esas viviendas, si saben que no las van a poder vender porque nadie las va a querer comprar? ¿Qué gana el banco dando el deudor por fallido?

Ahora bien, ir más allá ya no me parece razonable. Tal vez sirva de alivio a corto plazo a los que hoy están pasándolas canutas, pero a medio plazo me parece contraproducente. Hay que tener en cuenta que una hipoteca no es un leasing en el que vamos pagando a plazos una propiedad que no es nuestra, sino que es un préstamo a bajo interés para el que se establecen una serie de garantías que, si no se hace frente al pago de la deuda, se pueden embargar. Pero no como pago de la deuda sino como ejecución de las garantías que se dieron. Por eso precisamente, porque se dan esas garantías que teóricamente rebajan el riesgo de la inversión, los préstamos hipotecarios tienen unos intereses muy bajos. Pero si ahora se modifica la ley y las garantías dejan de ser ejecutables, el riesgo de la inversión que para un banco supone prestar tanto dinero se disparará y una de dos, o dejarán de conceder hipotecas, o subirán los diferenciales haciéndolas mucho más caras.

Más o menos lo mismo sucedería con la dación en pago, porque lo que al banco le interesa es cobrar puntualmente las cuotas de sus deudores, con sus intereses. No le interesa acumular inmuebles, porque no se dedican a eso. Al banco le interesa tener una serie de títulos con los que poder negociar, en los que poder invertir el dinero que nosotros les dejamos para cubrir nuestras jubilaciones en el futuro, o para hacer crecer nuestros ahorrillos, y para el que le exigimos rendimientos positivos.

Para los bancos las hipotecas deberían ser productos de bajo riesgo, porque para lo demás ya tienen los mercados de futuros, las bolsas, los países emergentes, etc. Convertir las hipotecas en activos de riesgo es hacerlas tóxicas y eso nos lleva otra vez al inicio de la crisis.

Así pues, si ahora cambiamos las reglas del juego, estaremos rompiendo la baraja y lo único que conseguiremos será cerrar el grifo más todavía y ahí es donde resulta importante el matiz que antes mencioné de soslayo. Todos los que hoy están en riesgo de desahucio, seguramente fueron muy felices cuando el banco les dijo sí y les dejó el dinero que necesitaban para comprarse su casa o el local para su negocio. Alguno incluso hincharía un poco las cifras para aprovechar y cambiar de coche o amueblar el piso entero. ¿Qué habría pasado si el banco les hubiese dicho que no, que no les daba el crédito porque no veía claro cómo lo iban a poder devolver?

Pero hay en este asunto un tema ya de naturaleza ética que me huele mal. Se trata del uso que se está haciendo de las noticias en prensa desde diferentes ámbitos de la escena social, como arma arrojadiza para meter presión al sistema, para desestabilizarlo.

El último extremo es el de los suicidios de personas que iban a ser desahuciadas. Yo tengo conocimiento de tres por los periódicos, el último en el País Vasco. En los tres casos se dio por hecho que los tres suicidios eran debidos al desahucio sin más. En ningún caso he tenido noticias del estado de salud mental previo de los difuntos ni de otras posibles causas.

En España en 2010, según el INE , se suicidaron 3.145 personas, es decir, unas 7 personas por cada 100.000 habitantes. Algunas fuentes citan que el número de desahucios en España ronda los 500 al día. Suponiendo que la cifra esté algo hinchada (vamos a considerar 350, que ya son un buen montón) y que se refiera solo a días laborables, estaríamos en torno a los 90.000 desahucios al año, con lo que estadísticamente, si suponemos una media de 3 personas afectadas por cada caso, tendríamos unos 270.000 afectados, que, con las estadísticas de 2010 equivaldrían a unos 19 suicidios. Eso dando por supuesto que el colectivo de personas afectadas por un desahucio no tenga una mayor propensión a quitarse la vida, ya que en ese caso la cifra que deberíamos esperar sería bastante mayor. Luego, o no estamos conociendo todos los casos, o no podemos hablar de una relación causa efecto, al menos en sentido negativo. En el mejor de los casos, faltan datos.

Sé que este análisis sonará muy frío pero creo que el tema es lo suficientemente serio y desgraciado como para no hacer análisis a bote pronto.

Que tres personas que seguramente estarán pasando una mala situación económica, por lo menos, se suiciden ante la inminencia de un desahucio es algo muy triste pero que no debería extrañarnos. Desgraciadamente hay mucha otra gente que llega a la misma conclusión a través de muchos otros caminos. Pero por fortuna hay muchísima más gente que ante esa misma situación reaccionará con fuerza y coraje, con la ayuda de sus familias, con empuje y con fe y tratará de salir adelante. Y la mayoría lo logrará.

Que toda esa gente que lo pasa mal necesite de la solidaridad de todos es imprescindible.

Que las leyes deban ser continuamente revisadas para tratar de mejorarlas es imperativo.

Que el Estado y la sociedad generen los instrumentos necesarios para poder hacer frente a una situación como la actual, de crisis, de paro y de necesidad, que afecta a tanta gente, es un objetivo fundamental.

Pero que las leyes se reformen a base de decretazo por la mera presión mediática de unas noticias tan dresgraciadas como probablemente mal ponderadas, no es ni bueno, ni necesario. Tan poco conveniente como no hacer absolutamente nada.

Así que solo pido mesura y perspectiva. Aunque sea mucho pedir.

Nos podía haber pasado a cualquiera. O no.

Nota del 5 de Noviembre de 2012
Hace ya unos cuantos años que el programa de Ramón Sánchez Ocaña nos advertía que resulta mucho más inteligente y eficaz prevenir que curar, pero por alguna razón, vaya usted a saber si por esta carácter latino nuestro tan desordenado, seguimos sin hacer caso, acordándonos de Santa Bárbara únicamente cuando truena.


La desgracia ocurrida este pasado fin de semana en Madrid, en la que cuatro pobres niñas pagaron con su vida los excesos de sucesivas y crecientes confianzas que nos han traído hasta este punto, hace que hoy, lunes, todos nos echemos las manos a la cabeza y la culpa al vecino por no haber sido capaz de prevenir un suceso tan terriblemente luctuoso.

Tengo claro que la vida es riesgo, y que en cualquier momento, en cualquier circunstancia, todos somos vulnerables. Hay accidentes en casa, en el trabajo, en el coche, en una excursión, comiendo un filete… hay elecciones buenas y malas, y la mayoría de ellas son imprevisibles. La causa de estas muertes la está investigando la Justicia, y confío en que determinará las posibles actitudes criminales y dirimirá las correspondientes responsabilidades, aplicando la ley, espero que de manera ejemplar, para que este suceso marque un antes y un después.

Pero más allá del hecho en sí, muchas otras cosas me han puesto la piel de gallina leyendo los testimonios derivados de esta tragedia, y he tenido que volver a preguntarme por qué hemos llegado hasta este punto, en qué momento no hemos sabido parar.

Lo primero que me llamó la atención fue la corta edad de las víctimas, en una fiesta cuya atracción principal comenzaba pasadas las tres de la mañana. Una fiesta que estaba previsto se alargase hasta las seis o más, lo que tendría que resultar en que esos niños no volviesen a sus casas hasta las ocho o las nueve de la mañana siguiente. De hecho, parece ser que a esas horas, el servicio de emergencias recibió centenares de llamadas de padres alterados que acababan de escuchar la noticia en la radio y al ir corriendo a la cama de sus hijos, se encontraban el hueco vacío y frío. Me da un vuelco el corazón poniéndome en la piel de esos padres imaginando la terrible angustia que inmediatamente debió apoderarse de ellos. ¿Qué les dirán a sus hijos el próximo fin de semana? ¿Qué esperarán que sus hijos hagan de ahora en adelante?

Está claro que ahora podremos reprochar al Ayuntamiento, a la organización, a la policía, a quien se quiera, no haber dispuesto las necesarias medidas de control en los accesos al recinto para evitar la entrada de menores, pero en realidad, eso no sería necesario si no hubiese tantos padres como menores, que hubiesen omitido su deber de vigilancia y control. No es razonable, bajo ninguna luz, que un menor, incluso que muchos mayores de edad, anden sueltos sin control cruzando Madrid entero, sin horas, sin límites y sin condiciones. Por tanto la primera exigencia debería ir hacia esos padres, que además, con la omisión de sus responsabilidades complican muchísimo la labor de los que sí se preocupan de lo que hacen sus hijos y se tienen que enfrentar a ellos cuando les toca argumentar que “a sus amigos sí les dejan”.

Mis hijos son todavía muy pequeños, pero tiemblo pensando el día en que me tenga que enfrentar a estas situaciones yo, como padre, y sólo pienso en la manera de poder darles opciones que les puedan resultar interesantes y les sirvan para tener un poco más de criterio. No sé si llegado el día yo también sucumbiré, por lo que no puedo hablar muy alto, pero hoy por hoy, creo que la idea está clara. La libertad no es sinónimo del descontrol o de la ausencia de responsabilidad.

No pretendo culpar a los padres de estas muertes, faltaría más. Me horroriza imaginar el terrible dolor que estarán sufriendo. Y sé que de chavales todos hemos hecho locuras, y yo el primero. Pero no puedo dejar de pensar en qué hacían allí esas criaturas.

Otra cosa que me llamó la atención fue la decisión del Ayuntamiento de Madrid de no volver a alquilar sus dependencias para este tipo de actividades. Puro fariseísmo. ¿O es que no sabían ya qué tipo de fiestas son esas y lo que hay en ellas? Solo hacía falta mirar el vídeo de promoción del “evento” para ver de qué iba la cosa.

El ayuntamiento de Madrid, o cualquier organismo o entidad podrá hacer con sus instalaciones lo que quiera. Después de invertir a bombo y platillo un dineral en un equipamiento vacío de contenido, hace muy bien en buscarle una rentabilidad, siempre y cuando se establezcan unos protocolos previos sobre condiciones y precios que sean claros y conocidos. Y si en esos protocolos se establecen unos requisitos de aforo o seguridad, por ejemplo, es responsabilidad directa del usuario cumplirlos, pero entiendo que también, subsidiaria o solidariamente, del titular de la instalación.

Pero si el Ayuntamiento de Madrid, o cualquier otro, entiende que destinar un recinto deportivo a un espectáculo masivo en el que determinados comportamientos son habituales (y encima vistiéndolo como actividad cultural) que lo asuma. Si el Ayuntamiento de Madrid, o cualquier otro, es partícipe de los valores y actitudes que en determinados acontecimientos se promocionan y presta sus instalaciones a dichos fines, que lo asuma.

Es muy fácil echarle ahora la culpa de fondo a los botellones, al alcohol y las drogas. Pero es increíblemente cínico pretender erradicar ese tipo de comportamientos cuando cotidianamente se toleran en otros ámbitos y lugares. No se monta un botellón con miles de participantes si antes no se han montado muchos más con decenas, y luego centenares de chavales y no se ha hecho nada para evitarlo. Cuando en muchos otros lugares, desde determinadas organizaciones sociales incluso se reclama la habilitación de lugares específicos para estos actos, dando por válidas esas conductas.

Anunciar ahora que no se alquilarán más los locales del Ayuntamiento de Madrid para macrofiestas es no ir más allá de la punta de la nariz. Seguramente será una medida más mediática que otra cosa, pero si lo que de verdad se pretende es prevenir comportamientos potencialmente peligrosos, insalubres y destructivos, no es más que una medida circunstancial e irrelevante. Lo que se debe hacer es prohibir y erradicar los “botellones”, fomentar un ocio sano alternativo, proporcionar opciones y crear una corriente favorable a la integración y a las prácticas saludables, controlar férreamente el cumplimiento de las ordenanzas municipales y las leyes en general en materia de horarios, ruidos, aforos, venta de alcohol a menores, salud pública, etc. Y eso no se puede hacer de un día para otro.

Un ayuntamiento que hasta el 31 de octubre consideraba válida la cesión de espacios municipales concebidos para el deporte, para la celebración de macrofiestas “tecno”, consintiendo implícitamente la celebración de botellones en el parking (menores incluidos), no puede pretender que el 2 de noviembre todo eso se revierta simplemente no volviendo a alquilar sus locales.

Pero la responsabilidad no es sólo del Ayuntamiento de Madrid, sino de todos los que desde los ámbitos públicos, toleran e incluso defienden este tipo de actitudes, y de todos los que se aprovechan del candor juvenil para manipular en pos de sus fines particulares a chavales inmaduros que se creen que esto es Jauja, y prefieren pensar en un mundo lleno de derechos y exento de obligaciones.

Sé que a los niños se les educa en casa. Uno no puede delegar esas cuestiones ni en la escuela, ni en el gobierno ni en nadie. Pero pienso que a los padres nos están dejando solos cuando desde las instituciones se ampara o incluso fomenta la ordinariez, el hedonismo y una cierta esquizofrenia colectiva que inhabilita la capacidad individual de asumir responsabilidades. Basta ya de modelos pueriles en los que las películas de vaqueros se supone que incitan a la violencia, pero se programan continuamente y en cualquier horario realities cutres, programas vacíos de contenido y se promociona a tipos carentes de mérito alguno. Basta ya de relevar a los menores de cualquier responsabilidad, ni siquiera escolar. Basta ya de demonizar conceptos como la disciplina o el castigo, y de cuestionar continuamente los modelos de autoridad. Que nos dejen hacer a los padres sin meternos palos en las ruedas continuamente desde la televisión y los poderes públicos.

Desgraciadamente, este incidente no ha sido el primero ni será el último de este tipo que tengamos que lamentar. Los tumultos y las muchedumbres son peligrosos, y hemos tenido que asistir a accidentes como éste en conciertos, partidos de futbol y hasta en peregrinaciones religiosas. Sólo hace falta una pequeña chispa para prender el pánico, que en las multitudes se propaga rápidamente haciéndolas ingobernables. Está claro que existen opciones para tratar de minimizar los posibles daños, pero el riesgo siempre estará ahí.

En este caso todo parece indicar que pudieron haberse incumplido las exigencias para este tipo de eventos (sobre aforo, falta de medios adecuados, etc.) y habrá que confiar en que la Justicia aclare lo sucedido e imponga las correspondientes sanciones a los que hayan sido los culpables. Pero más allá de la circunstancia concreta, en este caso se plantean una serie de cuestiones que deberían hacernos reflexionar una vez más sobre la deriva de nuestra sociedad y hacia qué modelo estamos avanzando, para que, si aún estamos a tiempo, corrijamos lo necesario. Empezando en casa.

Tuesday, September 25, 2012

Otra vez lo mismo

No soy yo precisamente el adalid del actual sistema político. No creo yo que la democracia sea ni de lejos perfecta, y tengo claro que las mayorías no necesariamente son sabias, ni mucho menos. Pero hoy por hoy, echando un vistazo alrededor y viendo lo que hay, considero que vivir en una democracia parlamentaria es, en términos generales, la mejor situación posible.


Y para mí, vivir en una democracia incluye disfrutar de sus posibilidades, como la libertad de expresión o el derecho de reunión, pero también participar de sus estructuras y procedimientos. Lo uno sin lo otro no tiene sentido. Aprovecharse de las ventajas que ofrece para situarse fuera de ella y contra ella es algo que han venido haciendo durante décadas gente tan simpática como los asesinos terroristas de ETA que cuando eran detenidos denunciaban sistemáticamente a sus captores por torturas y malos tratos.

Así pues, no me parece ético aprovecharse de las ventajas de nuestro sistema para cargar anónimamente contra él y tratar de imponer una idea única sin someterse al escudriño de las urnas.

Nuestros políticos, a los que mayoritariamente no admiro, tienen no obstante en su haber la valentía de dar la cara. La cara dura, seguramente, pero la cara a fin de cuentas, a expensas de que en cualquier momento alguien se la pueda partir. Necesitan plantear un ideario y una estrategia, normalmente de una forma vaga y ambigua, pero suficiente como para que la gente les escoja a ellos y no al rival. Y si luego no cumplen con lo prometido nos conceden al menos el desagravio de poder llamarlos mentirosos y sinvergüenzas, y poco más.

A todos los partidarios de la democracia que hoy se manifestarán en persona o en espíritu en Madrid, les preguntaría yo que de qué clase de democracia son partidarios, si de la que se vota en las urnas, o de la que se impone con demostraciones de fuerza.

Hace menos de un año en España hubo unas elecciones y todo el que quiso pudo expresar su opinión a favor o en contra del gobierno y de los poderes establecidos. Salvo un pequeño porcentaje de gente que voto a partidos minoritarios, la inmensa mayoría o no se molestó en votar, o votó a los de siempre (PP, PSOE, IU, CiU, etc.). Para mí eso es la expresión genuina de que los ciudadanos mandamos y tenemos lo que queremos. Así que ¿a qué viene ahora tanto cuento reivindicativo y tanta pamplina?

Lo que yo veo es que unos cuantos ciudadanos, puede que unos pocos o decenas de miles, van a intentar erogarse la representatividad de toda la nación para tratar de imponer de forma anónima unos postulados muy concretos y muy orientados hacia políticas muy de izquierdas (intervencionistas, libertarios, ácratas, sindicalistas y proteccionistas) contra cualquier expresión liberal o conservadora, por muy avalada que esté por millones de ciudadanos que se han tomado la molestia de votar.

Habrá quien de verdad se lo tome en serio, habrá quien aproveche para echar unas risas, y por desgracia, es lógico pensar que, aprovechando el barullo, los cabestros de siempre, los macarras de siempre, los cobardes de siempre, intenten armar de las suyas y empeorar aún más la situación de todos.

Pues no, a mi no me representan, y las leyes me amparan para que los Cuerpos y Fuerzas de Seguridad del Estado adopten todas las medidas que legalmente tengan en su mano para evitar que quienes voluntariamente se sitúan fuera del sistema democrático, atenten contra las instituciones constitucionalmente establecidas, bien sean los órganos de representatividad, la propiedad privada o la seguridad y el orden público.

Y a todos los instigadores de este tipo de movimientos, les diría que sean valientes, que den la cara y que defiendan sus ideas a cara descubierta y en las urnas, y que intenten ser capaces de poner en orden toda esa amalgama de idearios que tanto circulan por estos ambientes, les pongan nombre y apellidos, y traten de conseguir que la mayoría los conozca, los comprenda y los apoye, y entonces, que entren al congreso y se sienten dentro como miembros de pleno derecho.

Tuesday, April 03, 2012

Don Antonio Mingote




Personalmente Mingote siempre me ha parecido una persona entrañable. He disfrutado muchísimo sus ilustraciones, tan expresivas y tan personales, su sentido de humor a medio camino entre la greguería y el disparate, pero siempre tan humano y sensible, con una educación y un respeto total, con una gracia tan castiza y un amor por el idioma que lo hacía único.Sin duda a lo largo de su vida Mingote h...a recibido numerosos premios y reconocimientos, a mi modo de ver encumbrado por el nombramiento como académico de la Real Academia Española, pero debería haber recibido muchos más. Debería haberlos recibido todos.Mingote era con total seguridad un hombre de principios, de esos que quedan pocos ya, pero que desde sus posicionamientos y convicciones férreas, supo escuchar, defender y respetar a todos, repartiendo de vez en cuando algún capón con alguna de sus críticas, pero con una audacia y un buen gusto que evitaban cualquier síntoma de mal encaje. Un hombre que también supo reconocer y denunciar, a su manera tan amable y contundente, la estupidez humana allí donde se encontraba, a uno y otro lado.Sinceramente, era un hombre al que admiraba y cuya pérdida me deja el regusto amargo de saber que podré seguir disfrutando de su fecunda obra toda mi vida, pero también de que ya haya publicado su última viñeta.Es reconfortante pensar que personas así pueden existir, flores entre la maleza.Esté donde esté, ¡gracias, Don Antonio!